En Catalunya existe una regla no escrita que dice que cuando dos personas se conocen hablando en un idioma, se comunicarán en ese idioma por siempre jamás. Esto tiene cierta lógica, porque con los amigos resulta extraño andar cambiando de idioma así nomás. Sin embargo, este axioma da origen a una serie de situaciones curiosas:
A) Dos personas hablan correctamente el catalán, pero su lengua materna y en la que mejor se expresan es el castellano. Pongamos que se conocen en un grupo de gente que habla catalán: en ese caso empezarán a hablar en ese idioma, y si después vuelven a verse seguirán haciéndolo aunque les resulte menos cómodo. Incluso si se ven a solas. Incluso si empiezan a salir juntos... forman una pareja, se casan, tienen hijos.
Sólo los hijos consiguen, en algunos casos, hacer que los padres revisen los hábitos lingüísticos una vez establecidos.
B) Un barcelonés (para ser originales pongámosle Jordi) organiza una fiesta o reunión grande, como un cumpleaños, a la que invita diferentes grupos de amigos. Por un lado están los del instituto (la secundaria), con los que habla en catalán, que es la lengua materna de la mayoría de ellos; por otro los de la universidad, donde con algunos habla en catalán y con otros en castellano. Y por último los del trabajo, con los que habla en castellano.
Cuando surja una conversación entre todos ellos, Jordi irá cambiando de idioma a cada momento: se dirigirá en catalán a sus amigos del instituto, en castellano a los del trabajo, y en uno u otro idioma a los de la universidad, según corresponda en cada caso. Pero ahí no termina la cosa, porque los amigos de Jordi al hablar entre ellos cambiarán también de idioma constantemente. Si por ejemplo Pau, uno de los del instituto, empieza a hablar en castellano con Eva, del grupo del trabajo, lo seguirá haciendo durante toda la conversación, aunque por el camino oiga a Eva conversar en perfecto catalán con Marina, de la universidad.
C) Laia y Judit son dos amigas de la infancia, ambas catalanas. Salen a cenar con Pere, el hermano Judit, y Christina, su novia alemana. Christina hace pocos meses que está en Barcelona y todavía no entiende casi nada de catalán. Por lo tanto todos hablarán con ellas en castellano, idioma en el que se defiende bastante bien. Pero Laia, Judit y Pere, cuando se dirijan directamente a uno de los otros, lo harán como toda la vida, en catalán. Para ellos sería inimaginable mantener una conversación en castellano –no por un tema ideológico, sino porque sería como hablar con un desconocido, como si de repente empezaran a tratarse de Usted.
Pero como son unos jóvenes amables y bien educados, buscarán la manera de hacer que Christina no se sienta excluida. Probablemente usarán uno o más de los siguientes trucos:
- Hablar de forma genérica, para el grupo, con lo cual el castellano “está permitido”.
- Dirigirse preferentemente a Christina, que en realidad es la novedad en la mesa (total, los demás ya se conocen de toda la vida).
- Hablar entre ellos en catalán, pero ir traduciéndole la conversación a Christina.
O sea, trabajarán el doble con tal de no violar la regla de oro.