sábado, 27 de noviembre de 2010

Los catalanes y el catalán # Segunda parte: la regla de oro

En Catalunya existe una regla no escrita que dice que cuando dos personas se conocen hablando en un idioma, se comunicarán en ese idioma por siempre jamás. Esto tiene cierta lógica, porque con los amigos resulta extraño andar cambiando de idioma así nomás. Sin embargo, este axioma da origen a una serie de situaciones curiosas:

A)     Dos personas hablan correctamente el catalán, pero su lengua materna y en la que mejor se expresan es el castellano. Pongamos que se conocen en un grupo de gente que habla catalán: en ese caso empezarán a hablar en ese idioma, y si después vuelven a verse seguirán haciéndolo aunque les resulte menos cómodo. Incluso si se ven a solas. Incluso si empiezan a salir juntos... forman una pareja, se casan, tienen hijos.

Sólo los hijos consiguen, en algunos casos, hacer que los padres revisen los hábitos lingüísticos una vez establecidos.

B)       Un barcelonés (para ser originales pongámosle Jordi) organiza una fiesta o reunión grande, como un cumpleaños, a la que invita diferentes grupos de amigos. Por un lado están los del instituto (la secundaria), con los que habla en catalán, que es la lengua materna de la mayoría de ellos; por otro los de la universidad, donde con algunos habla en catalán y con otros en castellano. Y por último los del trabajo, con los que habla en castellano.

Cuando surja una conversación entre todos ellos, Jordi irá cambiando de idioma a cada momento: se dirigirá en catalán a sus amigos del instituto, en castellano a los del trabajo, y en uno u otro idioma a los de la universidad, según corresponda en cada caso. Pero ahí no termina la cosa, porque los amigos de Jordi al hablar entre ellos cambiarán también de idioma constantemente. Si por ejemplo Pau, uno de los del instituto, empieza a hablar en castellano con Eva, del grupo del trabajo, lo seguirá haciendo durante toda la conversación, aunque por el camino oiga a Eva conversar en perfecto catalán con Marina, de la universidad.

C)      Laia y Judit son dos amigas de la infancia, ambas catalanas. Salen a cenar con Pere, el hermano Judit, y Christina, su novia alemana. Christina hace pocos meses que está en Barcelona y todavía no entiende casi nada de catalán. Por lo tanto todos hablarán con ellas en castellano, idioma en el que se defiende bastante bien. Pero Laia, Judit y Pere, cuando se dirijan directamente a uno de los otros, lo harán como toda la vida, en catalán. Para ellos sería inimaginable mantener una conversación en castellano –no por un tema ideológico, sino porque sería como hablar con un desconocido, como si de repente empezaran a tratarse de Usted.

Pero como son unos jóvenes amables y bien educados, buscarán la manera de hacer que Christina no se sienta excluida. Probablemente usarán uno o más de los siguientes trucos:
  • Hablar de forma genérica, para el grupo, con lo cual el castellano “está permitido”.
  • Dirigirse preferentemente a Christina, que en realidad es la novedad en la mesa (total, los demás ya se conocen de toda la vida).
  • Hablar entre ellos en catalán, pero ir traduciéndole la conversación a Christina.

O sea, trabajarán el doble con tal de no violar la regla de oro.

Los catalanes y el catalán # Primera parte: el català és fàcil!

Así rezaba un anuncio televisivo que intentaba promocionar el uso del catalán entre los inmigrantes. No llegué a ver el anuncio, pero según me contaron, el protagonista era un joven chino, que en realidad era el dueño de un restaurante (chino, claro) y no hablaba más que unas pocas palabras de catalán. (Sí fui a cenar al restaurante, por cierto, y era excelente. Quizá todavía lo sea). 

Cualquier persona que pretenda instalarse en Barcelona por un tiempo más o menos prolongado se encontrará ante un hecho patente: los barceloneses son catalanes, y los catalanes (como dice un catalán amigo mío) tienen la mala costumbre de hablar en catalán.

En cualquier otra parte de Catalunya esto no se discute. No es imposible vivir allí sin hablar catalán, pero resulta engorroso, altamente incapacitante y desde luego muy limitante para la vida social e incluso laboral. En Barcelona, en principio, no es tan así. Buena parte de la población no es de origen catalán, y utiliza el castellano como lengua principal en sus intercambios cotidianos. Sin embargo, con el tiempo se hace evidente que aun en la capital, la vida es mucho más sencilla si uno habla catalán, o al menos lo entiende correctamente.

Con el catalán se da algo que no se plantea con casi ninguna otra lengua local: los extranjeros (y en este término incluyo a todos los no catalanes, sean o no españoles) deben decidir si lo aprenden o no. Y en Barcelona se dan todas las respuestas posibles. En un extremo están los que desde el primer momento hacen todo lo posible por empaparse del nuevo idioma: se inscriben en cursos, se relacionan con la gente local, miran la televisión en catalán, preguntan el significado de las palabras, se fijan en los carteles bilingües, y a la primera oportunidad tratan de soltar algunas frases. En el otro extremo están los que viven la mayor parte de su vida en Catalunya sin hablar una palabra de catalán, y lo hacen con el orgullo de quien se resiste a una imposición dictatorial.

Los catalanes, por supuesto, son muy sensibles a estas actitudes. Lo primero que hacen cuando se notan que alguien es “de afuera” es preguntarle: ¿y cómo llevas el catalán? Es una pregunta de sondeo. La respuesta correcta para un recién llegado es “estoy aprendiendo”. Y si puede ser, decirlo con una sonrisa, y en catalán: estic aprenent. Con este sencillo gesto demostrará saber dónde ha aterrizado, tener sensibilidad por los asuntos locales, y se ganará la simpatía de su interlocutor. A menudo, ni siquiera se le exigirá que lo llegue a aprender realmente: bastará con esta demostración inicial de buena voluntad.

La habilidad lingüística básica que valoran los catalanes en un extranjero es la comprensión. Para ellos es fundamental poder hablar y ser entendidos en catalán: no es tan importante en qué idioma les contesten. Lo que más les duele es, estando en su propia tierra, tener que cambiar de idioma ante alguien "de afuera". Con los recién llegados son un poco más condescendientes, pero con quienes ya han cumplido un plazo de adaptación que ellos consideran razonable usarán el catalán “por defecto”.

El tópico es que los catalanes siempre contestan en catalán, aunque les hablen en castellano. Esto se suele atribuir a una cuestión ideológica, o a que los catalanes “son muy suyos” o “tienen mala leche”. En algunos casos es así, hay gente que piensa que los que vienen de afuera deben entender lo antes posible que la legua local es el catalán, y que deberán aprenderla para ser aceptados. Pero en muchos casos se debe a otras causas. En primer lugar, a que como ya dije hay muchas personas que viven en Catalunya desde hace años, o incluso han nacido allí, y no hablan catalán, pero lo entienden perfectamente. Por ese motivo, los catalanes están muy acostumbrados a mantener diálogos bilingües, y a menudo no piensan que alguien que se dirige a ellos en castellano no entienda una respuesta en catalán. Y también hay catalanes –unos pocos en Barcelona, pero bastantes en el resto de Catalunya– que no hablan castellano, que cuando lo intentan les sale realmente mal, y por ello prefieren expresarse en su lengua. Todos entienden perfectamente el castellano, y no suelen tener problema en recibir una contestación en ese idioma, pero no lo hablarán a no ser que no les quede otro remedio.

En cualquier caso, si uno tiene intención de vivir en Barcelona, lo más recomendable es aprender catalán. No sólo tendrá acceso a más y mejores puestos de trabajo; también le facilitará los estudios de cualquier tipo, y su vida social será mucho más rica. Si bien es cierto que los catalanes pueden llegar a ser un tanto discriminadores con los que no hablan su idioma, también es cierto que premian enormemente a los extranjeros que lo aprenden. Cuando uno habla catalán, queda integrado casi de inmediato a la sociedad catalana. En Catalunya, es el idioma el verdadero pasaporte a ser aceptado, y una vez superado ese aspecto quedan en segundo plano cuestiones como la raza, la religión o el lugar de origen.

Y además, los hablantes del castellano (igual que los del francés, italiano o cualquier lengua romance) tienen una ventaja muy grande, ya que probablemente les resultará bastante sencillo aprender catalán. Eso sí: como cualquier idioma tiene sus complicaciones, requiere un mínimo de esfuerzo e interés, y se aprende de forma mucho más rápida y completa si se estudia un poco.

Así que, aunque sea un eslogan, créanlo: el català és fàcil.